“Entiendo que muchas mujeres hoy en día trabajan por obtener una mayor tajada de la torta, pero yo no lo voy hacer... Porque prefiero trabajar para cambiar la receta”.
Las convenciones, resoluciones y asambleas que han manifestado una profunda preocupación por el incremento de la violencia de género han decidido sancionar la discriminación, reconocer el goce y el ejercicio que le corresponde a la mujer para obtener un real empoderamiento en los distintos escenarios sociales, políticos, y culturales. Sin embargo, percibimos que las políticas implementadas se han quedado en un profundo letargo abrazadas de la quietud que padecen los distintos órganos legislativos encargados de impulsar reformas y debates para mejorar y concientizar sobre esta problemática de escala mundial.
Sin dudas que en materia de género se ha logrado sustanciales avances como por ejemplo; La IV conferencia sobre la mujer celebrada en Pekín, La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) celebrada el 3 de septiembre de 1981, La Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer “Convención Belem Do Para” celebrada el 9 de junio de 1994 en Belem Dopara, Brasil , la resolución dada en Madrid, España el 4 y 5 de febrero del 2004, la posición de la ONU, entre otros enfoques adoptados en diversos escenarios internacionales . No obstante, estos y otros esfuerzos no han sido suficientes, hemos sentido que las circunstancias empeoran y que las causas se asemejan es por ello que en este análisis distinguimos la ausencia de 3 pilares para el empoderamiento de la mujer: educación, empoderamiento económico y participación política, estos pilares al no estar presentes nos aparta de la igualdad y limita las oportunidades.
Se ha llegado a pensar que la situación de violencia o segregación que padece la mujer es natural e incluso se ha pretendido justificar las acciones llevadas a cabo contra la mujer por motivos ideológicos y culturales situación que repudiamos y consideramos es uno de los mayores desafíos que se le presenta a la humanidad. Partiendo de la idea de que, a través del empoderamiento económico emanan mayores recursos y se suscitan mejores capacidades es que entendemos la prioridad que tiene este pilar. No se trata de victimizar la situación de la mujer, entendemos que hombres y mujeres somos diferentes pero también nos preguntamos ¿Por qué nuestras diferencias deben provocar desigualdad? La realidad es que, en el ámbito laboral la tasa de desempleo en la mujer es más elevada, como señalan diversos informes económicos los recursos que emergen de programas de asistencia social son cada vez más restringidos hacia las mujeres y si a eso le sumamos la limitación del tiempo a causa de nuestras responsabilidades familiares para insertarnos en el mercado laboral vemos como la ausencia de oportunidades en el área económica para la mujer es constante.
¿Por qué es fundamental el empoderamiento económico de la mujer? Es sustancial porque de acuerdo a un estudio realizado por la CEPAL el 19% del crecimiento de un país puede generarse por el incremento de la participación de la mujer en la economía. Es indiscutible que el desarrollo humano debe estar enlazado al poder, pero ¿Qué generamos con la participación de la mujer en la economía? De acuerdo con diversos estudios: “se desarrollan de manera eficaz el consumo y la asignación de recursos hacia los hogares, se estimulan las inversiones de capital humano”, además se genera progresos sustanciales en el bienestar de las familias, se aumenta su poder de negociación y se eleva el poder de decisión de la mujer en distintas áreas.
Lamentablemente nuestra realidad muestra un marcado desdén hacia aquellos avances que generarían una inclusión coherente de la mujer en la economía. Mientras los primeros lugares respecto a la participación económica de la mujer le corresponden a países europeos, para América Latina representa un desafío transcendental, esto según el informe “The Global Gander Gap Report”. Esa misma realidad demuestra el estudio realizado por el Foro Económico Mundial donde señala que de 58 países estudiados los últimos lugares corresponden a Brasil, Argentina, República Dominicana y México, con excepción de Costa Rica que ocupa el puesto 18 de ese ranking.
Autora: Felicia Tavàrez Suárez
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